Piensa en ti mismo. ¿Qué ocurre cuando no entiendes algo y no puedes captar su esencia? Tal vez en ese momento te parezca que la información que te ha caído encima no construye en modo alguno una imagen clara, y el interlocutor simplemente te lleva de las narices. ¿Te sientes irritado? ¿Fatiga? ¿Disposición a debatir? ¿O, por el contrario, quieres derrotarle con tus argumentos?
Sea lo que sea, es poco probable que le haga cambiar de opinión. Lo mismo ocurre con su oponente: cuanto más se desvíe del tema, más probable es que no llegue a nada. Ni siquiera a lo que había planeado en un principio. Recordemos un maravilloso dicho ruso: “Si persigues dos pájaros, no atraparás ninguno”.